El sábado pasado

Nos fuimos juntando.
De repente, éramos más que nunca, y nos acababan de prestar un andamio de ensueño (léase: de dos pisos).
Veníamos todos super comunicados, gracias al grupo de yahoo creado por Luciano. Habían circulado bocetos, correos, propuestas, respuestas, síntesis, a pleno.

Ta vez por eso, la planificación se hizo en minutos. Sin saber ni cuándo, estaba todo el mundo, los nuevos y los de siempre pintando, totalmente concentrados, totalmente coordinados.
Se sentía el trabajo flotar en el aire, armónico.


La gente del Olimpo tenía sus propias actividades, compartimos charlas y momentos.

Una vecina se presentó como la dueña del lugar que pensamos abandonado y nos exigió que paráramos de pintar y dejáramos todo como está (abandonado). Por eso la Torre quedó a medio hacer, veremos cómo sigue.
Nos explicó, para justificar, que estaba harta de "los bolivianos que le toman la propiedad". Lo tomamos como una explicación, por no profundizar.

Otro vecino, en cambio, nos ofreció la persiana de su taller para pintar, nos dijo que puede poner la pintura.

Mientras tanto, rehicimos el Sol, creamos un cuatro de oros "invertido", pusimos los textos correspondientes.

El resultado fue, nuevamente, sorprendente. Siempre es algo inesperado. Hermoso.

Los que pudimos llegar hasta el final, llevamos la torre de cartón que crearan Vane y Marie hasta la fogata de San Pedro y San Pablo, donde la arrojamos al fuego, junto con otras cosas de las que queremos deshacernos. Cada uno volcó su papelito.

Oveja, intenso como siempre, llegó con la Torre hasta la orilla misma de la fogata, y se quedó mirándola. Yo sentí que la piel de la cara se me daba vuelta del calor y le grité "tiremos esto y volvamos!! me estoy quemando entero de estar acá nomás!!"

"Ah, como! ¿no era parte de este asunto, quemarse?", preguntó.
Y sé que no es un chiste, que lo piensa así de veras.

En los días siguientes, circularon montones de correos agradeciéndonos unos a otros la experiencia, contando lo contentos que nos despertamos el domingo, la fuerza tierna que respiramos de haber trabajado en el acuerdo espontáneo, en la armonía de hacer cada uno, todos, lo que queremos y mucho más de lo que individualmente podemos.
Todo sigue todavía.

Gracias, gracias, gracias.




















































































































































































































































































Su caída final.